Tú que contemplas fulgente lucero
de la aurora más bella amanecida,
y escuchas en silencio la sentida
balada dulce y tierna del Cordero;
tú que en la cueva de paja y madero
haces un trono a la luz caída,
tú que la miras tan dulce dormida
junto al humilde y cándido jilguero;
tú, lirio de silencios perfumado,
tú, ángel de la Madre y del Hijo,
de tu salmodia un eco enamorado
dame, y de tu mirada el regocijo,
de tu pureza el gozo deseado
porque tu amor, José, Dios lo bendijo.
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