Hermandad de San José

sábado, 26 de mayo de 2012

Los milagros de San José

Retomamos esta sección gracias a la generosidad de la Madre Salut de la congregación de las servidoras del Señor y de la Virgen de Matará.


El milagro sucede en el Monasterio de San Paolo de la ciudad de Tuscania que actualmente ocupa la orden, pero que durante ocho siglos estuvo regentado por las Hermanas Clarisas. Y precisamente, fue a una religiosa clarisa a quein le sucedió el hecho milagroso, pues este acaeció cuando aún habitaban el recinto sagrado las hermanas de Santa Clara.
Santa Clara.

En dicho monasterio, sus actuales moradoras, las hermanas de la Congreagación de las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará cuentan por cientos las visitas de los devotos josefinos a la celda donde transcurre la acción, cuya fotografía acompañamos, cuidando con mimo todo el entorno para que el habitáculo permanezca intacto, tal cual ocurrió el hecho milagroso.

La celda y la silla donde estuvo San José, como curiosidad podemos observar que está pintada de verde, color tradicional de las vestimentas del Bendito Patriarca.

La citada congregación es un instituto religioso de reciente creación. El Padre Carlos Miguel Buela es su fundador. La rama masculina nació en 1984. La rama femenina nacería solo cuatro años después, en 1988 en Argentina. La fecha elegida para "dotar de esposas a Jesucristo según su corazón", como así lo manifestó el Padre carlos Miguel Buela, fue el 19 de marzo, Solemnidad de San José. Mejor fecha imposible. A buen seguro, la congregación cuenta desde ese mismo instante con la protección de Santo Patriarca. La congregación cuenta igualmente con una rama laica, la Orden Tercera. La erección canónica de la congregación llegará en 2004.

El padre Carlos Miguel oficiando con escapulario josefino.

Es deseo de la Madre Salut que divulguemos, no solo el hecho milagroso, sino también los datos del Monasterio de San Paolo, para que aquellos devotos que deseen acudir al lugar, puedan hacerlo. El monasterio de San Paolo se encuentra en la Via del Monastero, número 3 de la Tuscania (Toscana) italiana. (Tel. 0761 443646; jun.teresadejesus@servidoras.org; http://www.ive.org/; http://www.servidoras.org/ )

Agradecemos a la Madre Salut su deferencia, y le invitamos a que siga rezando por los josefinos como nos consta que hace a diario a una de sus grandes devociones, el Patriarca San José. El texto donde se relata el milagro es el siguiente:

En 1871, una joven novicia estaba inmobilizada en cama desde hacía un año, por un tumor maligno que los médicos consideraban incurable.



La mañana del 8 de marzo, mientras la Comunidad estaba en el Coro asistiendo a la Santa Misa, la enferma vio abrirse la puerta de su celda y entró un hombre. Muy sorprendida, porque venía solo y no con una acompañante como fija la regla, le preguntó quien era: “Soy el carpintero del Monasterio” respondió y cogiendo una silla se acomodó. Todavía sorprendida, pero convencida de lo que le había dicho no preguntó más. “¿Qué le pasa?” le preguntó el hombre, “Dicen que tengo una grave enfermedad y no se puede hacer nada” respondió la novicia con mucha humildad.


“Confíe en Dios”, añadió el carpintero. Después se puso en pié y tan silencioso como había entrado se retiró.



Mientras la novicia lo observaba (como ella misma explicó después) notó que tenía unos ojos maravillosos “como dos estrellas” y las manos tan blancas y delicadas que nos parecían de un carpintero.






Al terminar la Santa Misa, la hermana enfermera volvió a la enfermería y con sorpresa vio la silla fuera de lugar; mientras la ponía en su lugar preguntó quien la había dejado allí en medio si ella misma, antes de la Misa, lo había dejado todo en su lugar. “El carpintero del Monasterio vino hace un rato” respondió la enferma. “¿el Carpintero?” preguntó admirada la enfermera, “Pero nadie puede haber entrado, las llaves del Monasterio las tiene todavía la Madre Abadesa”. “Sí, y también me ha dicho... también se ha sentado aquí y me ha dicho que confíe en Dios...” Al escuchar esto, la hermana enfermera fue corriendo a buscar a la Madre Abadessa, convencida de que la novicia estaba delirando!...


Se provocó después entre las hermanas un cierto pánico y nerviosismo, porque nadie lograba entender quién podía ser ese misterioso carpintero ya que nadie había entrado en el Monasterio.






La Madre Abadesa, muy devota de San José y que había rezado mucho al santo pidiendo la curación de la joven novicia, entendió que algo extraordinario acababa de ocurrir.

Con fe ardiente, cogió las dos sillas, se arrodilló y empezó a rezar: “San José, si verdaderamente ha sido Vos quién ha venido esta mañana, hazme ver en que silla os habéis sentado” En seguida, una de las sillas se empezó a mover sin que nadie la tocara...






La Madre Abadesa, seguida por todas las monjas, abrazó la silla, tamblando y llorando agradeció a Dios por haberse dignado a conceder a la Comunidad una gracia tan grande!

La novicia se curó y vivió con plena salud hasta los 85 años en una vida escondida de oración y simplicidad!

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