Santa Teresa de Jesús, gran devota de San José, hasta el punto de poner bajo su patrocinio la reforma del Carmelo y advocar con el nombre del Bendito Patriarca los nuevos monasterios que fundaba, siempre decía que no había pedido cosa alguna a San José y que no se lo haya concedido. El milagro que hoy expongo va en esa misma linea ya que la Venerable María Angélica Álvarez, de la Orden de la Visitación de Santa María y gran devota del Santo Patriarca, nos habla de las constantes concesiones que San José les otorgaba.
La propia monja nos dejaba escrito en sus memorias lo siguiente:
En la capilla había un altar con una imagen del señor san José, que llamábamos “San José del Paso” por encontrarse precisamente en un lugar de mucho paso.
Como yo lo estaba viendo casi continuamente por la vecindad con la capilla, le empecé a cobrar mucha devoción a san José y más que él me empezó a mimar mucho, porque todo cuanto deseaba (y eran muchas cosas) las dibujaba en un papel y se las ponía en las manos del santo bendito y, con una eficacia asombrosa, en seguida me concedía mis súplicas: Ya fuera un santo Cristo para el cuarto de la Madre (y a los pocos días nos lo regalaron), ya fuera candeleros para el altar de Nuestra Señora (y a no tardar allí estaban los candeleros), en fin, un libro que deseara, una lámpara, floreros, cuanto hay, lo mismo era pedírselo que obtenerlo.
Esto cundió, no sólo entre las Hermanas que con frecuencia le hacían de esta manera sus peticiones, sino también entre las niñas del Pensionado, y el bondadoso santo siempre nos escuchaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario