Hermandad de San José

domingo, 26 de abril de 2015

San José en el pregón de las glorias.

Reproducimos a continuación las palabras dedicadas a San José por el pregonero de las Glorias 2015, nuestro hermano, Juan Manuel Rueda Cebada.

El rostro del Patrón…


El barrio de las Viñuelas, a medio camino entre nuestra C/ Comedias y las Callejuelas del Carmen debía de ser, a finales del siglo XVIII, una neoclásica rectitud de fachadas encaladas y cierros escalonados coronados por la espadaña del Hospicio franciscano a pie del Camino Real y con el fondo de las marismas y pinares de la vecina Villa de Chiclana.

 El maestro escultor carraqueño tenía el privilegio para los sentidos de despertar cada día envuelto en ese lienzo de matices y de luz que alcanzaba su cúlmen cuando entre los materiales en el taller del Real Arsenal de la Armada sentía y oía el susurro de la brisa de la bajamar mezclándose con el aroma del cedro, la caoba, el ciprés y los pigmentos naturales.


Eran los fugaces momentos en los que gustaba recrearse José Tomás, sobre todo si coincidían con la ejecución de alguno de los no pocos encargos comprometidos con los priostes de las nuevas hermandades y cofradías que habían descubierto su virtuosismo, no sólo para realizar mascarones en los navíos de Su Majestad, sino para tallar esculturas religiosas de gran unción sagrada que conseguían mover, como pocas, a la devoción de los isleños de una Villa, la de la Isla de León, en plena expansión económica, demográfica y urbana.


Orgullosísimo se sentía de su Cristo de la Expiración entregado hacía poco a los padres franciscanos para su veneración en los Oficios de la Semana Santa y de su Cristo Yacente, dos rostros de un mismo Dios; el estertor final y la serenidad de lo que todo se ha consumado.


La satisfacción llenaba el espíritu del artista cuando, inesperadamente, vuelven a plantearle un nuevo reto… Una imagen del Padre de Jesús, de su Cristo expirante y del que “yace como dormido para nos, que creemos en su despertar”, como afirmaba ante sus ilustres cofrades… El rostro del Padre de Jesús, que debía concentrar toda la expresión, puesto que sería “una Imagen para vestir lujosamente como corresponde a la de un Copatrón para la Villa, tenedlo muy presente” insistían los cofrades de la Esclavitud; el rostro de un artesano, como lo era él… Y el rostro, en definitiva, de un Padre…

Después de mucho reflexionar y rezar, como era costumbre en él antes de comenzar a acariciar el cedro con su gubia, e inspirado por aquellos artistas genoveses y sevillanos que consideraba sus maestros junto con la sabiduría y experiencia del anciano inglés Samuel Howe, llega a la determinación de que la mejor y más hermosa manera de resaltar la Paternidad terrenal de San José,
que debió ser modelo de virtudes para Jesús en su infancia y adolescencia era, sencillamente, a través del parecido, evidenciando un parentesco que, aunque espiritual, fuera entendido como la transmisión de unos valores reflejados en la expresión y las facciones de su rostro que sería y es, en definitiva, el espejo de nuestra alma.


A buen seguro, el mensaje teresiano de los padres carmelitas isleños de un San José joven, fuerte, vigoroso y embarcado en la misión redentora de una activa paternidad junto a la Stma. Virgen, debió convencer al maestro José Tomás de Cirartegui para, como le atribuyen los expertos, ejecutar esa Imagen de nuestro Santo Patrón y Titular de mi Hermandad.


El rostro del Patrón…


El rostro del Patrón es el espejo del alma cañaílla… De todos aquellos isleños que, desde la existencia de esa conciencia, de esa identidad de pueblo, nos hemos visto reflejados en Él.

Desde los gestos suplicantes y, a la vez, confiados del cuadro de Ryedmayer que perpetúa “El Voto a San José” con motivo de aquella epidemia de fiebre amarilla… Hasta el brío y el carácter enérgico del Doctor Pece Casas, que sacudía las conciencias de los isleños cuando el Santo Patrón requería de sus atenciones, revuelo devocional del que es testigo el documento gráfico más antiguo que conocemos de San José, estrenando lujosos ropajes allá por los años 20 del siglo pasado… Es, EL ROSTRO DE LA CONSTANCIA.




Desde la nostalgia de sus antiguas camaristas, como Dña. Ana Gallego Tapia que renueva su voto particular con el Patrón cada primero de mayo, en pie, a las puertas de su casa de la C/ General Serrano, sacando fuerzas de donde ni ella misma sabe y Dña. Ángeles Muñoz Cruzado… Hasta los niños del Patrón, los josefinos, como nos bautizaría hace ya quince años Arturo Rivera en el Diario de Cádiz, los niños de San José de nuestro hermano Juan Guerrero, el mismo que en noviembre del año 2000 nos mandó colocar, por un instante cual antiguo maestro, junto al Patrón, recién ataviado en la Sacristía para su Función del Voto, la número doscientos para él y la primera para aquellos jóvenes… Nosotros, como sabéis, que tenemos esa mala costumbre de no darnos tiempo siquiera para una fotografía en los actos de la Hermandad… Pero, sí tenemos esa primera instantánea junto a Él que es, para mí, la mejor… Porque es, sin duda, EL ROSTRO DE LA ILUSIÓN.


Desde el sentimiento de orgullo cuando isleños anónimos se acercan, simplemente, para reconocer el trabajo (aunque os digo de corazón que jamás se hace con esa intención) y enorgullecerse de Su Patrón, el de todos… Hasta las emociones contradictorias que, desde la perspectiva de los años, me hacen analizar con la serenidad que él nos inculca, los comportamientos y actitudes de los que han querido pasar, de los que estamos, gracias a Dios pero no por ser imprescindibles porque no lo somos nadie, de los que han retornado y, a buen seguro, volverán y veremos también nacer junto al Patrón… Es, en este caso, EL ROSTRO DE LA TEMPLANZA Y DE LA EXPERIENCIA.


Desde la memoria de lo vivido, luchado y conseguido: la Hermandad y sus hermanos, el respeto hacia lo que Él representa, su procesión de alabanzas, un barrio, una calle y una plaza con Su nombre, el retorno al Corpus, la Medalla de la Ciudad, la dedicación de un templo más a su advocación, la Llave de la Ciudad… Desde ahí, hasta lo mucho que queda por hacer es, no cabe duda… EL ROSTRO DE LA ESPERANZA.


Y, como no, desde la vida que se cuenta por los días que restan para tenerlo frente a frente, la vida a la que se agarran nuestros abuelos y abuelas de la Residencia de San José que ven, de eso estoy seguro, el rostro misericordioso del Bendito Patriarca en su Padre Pedro y él, la inocencia de una memoria gastada por la vida que irremediablemente regresa a una
infancia anhelante de los cuidados de un padre… Desde ahí, hasta las ganas de vivir de mi amiga Chari, que ha sentido su presencia hasta en los peores momentos, en un gesto, en una mirada o hasta Su reconfortante nombre grabado y leído en una bata blanca de Hospital, porque así son las cosas de Dios… Porque es su manera de decirnos que, como Él, también podemos ser el ROSTRO DE LA VIDA, DEL AMOR Y LA SINCERA AMISTAD.


Porque siempre está presente
El Patrono de la Isla
En la vida de su gente
Que le reza y que lo mira

Porque siempre estás presente
Capitán de nuestra vida

De la Iglesia eres el Norte
Timón de los cañaíllas.

Porque siempre estás presente
En tu callé, en “to” lo alto
Donde Aurora lee Tu nombre.
Entre macetas de geranios.


Porque siempre quiero verte
Levantando por derecho
Y al “mecío” de un flautín
De compases marineros
Mi Patrón entre un sinfín
De blancos pétalos del cielo.


Porque siempre quiero verte
Atravesando con garbo
San Cristóbal ya de vuelta
Entre ofrendas y aplausos.

Porque siempre está presente

En el Barrio que lo mima
Jorge Juan siempre de frente
Y al compás, por alegrías

Porque sólo quiero verte
Siendo rostro de la vida
Sonriendo como siempre
Los vivas de Antonio Rivilla


Porque siempre quiero verte
Escuchándole los versos
A nuestro hermano Santiago
Desde el balcón de los sueños


Porque siempre quiero verte
Todos los días del año
En tu altar, en cada misa
En cada ofrenda, en cada acto
Con los mejores ropajes
Cosidos por esas manos…


Porque yo no me imagino
No poder un día encontrarlo
Y no ver más ese rostro
Con cada isleño que hablo.

Porque yo no me imagino
Porque no te imaginamos
Por los siglos de los siglos,
Sin ser, Patrón de San Fernando.

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